La educación también es Salud
Últimamente veo mucha información sobre cómo deberían ser las escuelas, sobre el respeto a los profesores y sobre cómo deberían educar a nuestros hijos. No veo, sin embargo, nada de cómo la sociedad y todos nosotros deberíamos educarnos y educar.
Instituciones, gobierno, la calle, televisión, Internet o la tienda en la que compramos; todos somos sociedad y todos debemos ser conscientes de lo que transmitimos y de lo que podemos mejorar.
La educación y el respeto deben darse en todos los ámbitos.
¿Qué pasa con la implicación de todos como sociedad?
¿Qué estamos legando?
Yo, como todas vosotras, también soy educadora. Soy la única responsable de lo que dejo en mi camino.
Todos son hábitos aprendidos, como el aprender a comer bien o a vivir sanamente, cuando los cambiamos nosotras, cambian los de nuestros hijos.
Los valores que inculcamos con nuestros comportamientos y nuestras palabras pueden hasta modificar sus conexiones neuronales, se clavan a fuego en sus personalidades tanto o más que la vitamina D en sus huesos.
Hablar bien, pensar bien, sentir bien, todo se transmite.
Cuando nos hacemos madres no sólo nos encontramos de golpe con todas nuestras responsabilidades, también con nuestras carencias. Parece que pasamos de golpe de niñas a maestras.
La figura de los padres en el hogar del bebé, es la del profesor en la escuela del niño, la de las instituciones en la sociedad de los adolescentes, la de las profesiones en la realización personal del adulto y la de la vida y la consolidación de la experiencia final en la vida del anciano.
La educación y el respeto son las bases del civismo y a todos nos corresponde interactuar entre nosotros con respeto para que lo que nace como semilla, el día de mañana sea un gran árbol.
Todos educamos y todos mal educamos.
Tenemos una maravillosa responsabilidad.
A las que somos madres, se nos da la confianza de nuestros hijos, se nos regala una vida para guiar.
Debemos aportarles seguridad. Cuando nos disputamos su confianza tiramos piedras sobre nuestros propios tejados.
Cuidémonos de discutir o de hablar mal de cualquiera delante de ellos, sobre todo si es una figura de referencia.
A mi hija intento educarla para que responda siempre a lo que ella hace y se olvide de mirar lo que hacen mal los demás. De esa manera focalizo su respuesta en sus actos evitando que mire los de otros, esto último provoca juicio. Si quiere fijarse en alguien, prefiero que se fije en quien lo haga bien para mejorarse personalmente.
Debemos dejar de tener tanto miedo a las palabras malo o mal.
Reconocer cuando hacemos algo bien o mal es lo mismo, no es bueno ni malo es simple responsabilidad, somos creadores de nuestros actos.
Criticar a otro delante de ellos es fijar el foco en otra persona que no puede responder por sí misma, estamos dejando a esa persona sin posibilidad de respuesta y por lo tanto inculpándolo.
No culpemos nunca a los otros, a nadie, hablemos con propiedad de lo que nosotros hacemos y así acabaremos con ese sentido de culpa tan instaurado y negativo.
Decir yo he hecho algo mal, no es lo mismos que decir que “fulanito” ha hecho mal algo.
De nosotras depende en qué ambiente criar, si en la culpa y el juicio como mayoritariamente se hacía o en el reconocimiento de uno mismo, el poder hacedor de nuestros actos, el respeto y la responsabilidad.
SE MALDICE Y SE CRITICA DEMASIADO
Nos olvidamos de que ellos están ahí, siempre recibiendo y escuchando.
Si éste pierde la sensación de confianza y respeto en los adultos dejamos a un invidente sin confianza en su perro guía y en cualquier otro perro que después le pongan en su mano.
En casa, puede que seamos nosotras las que “dirijamos” un poco su vida pero después serán otros adultos y más tarde serán ellos mismos.
Mostrarles respeto hacia los demás es también mostrarles seguridad y respeto para sí mismos.
Nacemos sin saber vivir en sociedad y necesitamos ciertas indicaciones.
Todos somos imperfectos. A veces seremos aprendices y otras maestros, nuestros roles van variando según a quién tengamos de frente y lo que estemos haciendo.
Cómo adultos siempre somos referentes.
El ser humano tiene, intelecto, físico y conciencia, la última nos da una superioridad en muchos aspectos a la que deberíamos sacar más partido. Quizás requiera más esfuerzo pero merece la pena.
Las frases: “lo hace todo el mundo” o “tampoco pasa nada”, son “dis-culpas”.
La teoría si no nace de la conciencia, del aprendizaje interiorizado no llega al convencimiento y menos a la práctica.
Hay bases como las de aprender a manejarnos como seres humano que no se nos enseñan en la escuela. Estas deberían ser una asignatura básica para aspirar no a ser profesionales o profesores, sino educadores y maestros.
Ejercer una profesión desde la teoría y desde la práctica no es ejercerla desde la conciencia.
Si nadie nos muestra ese camino, lo aprendemos de lo que vemos, y la sociedad y los medios de comunicación que la reflejan, no son a veces un gran ejemplo.
Un niño siempre debe ver diálogo y respeto entre adultos y no discusiones.
La mayoría de las discusiones y peleas, o son por malos entendidos o son por no querer ni siquiera entender.
La empatía no es lo mismo que la simpatía o la antipatía. La empatía es ese punto en el que puedes escuchar y entender al otro te sea o no simpático.
Entender no es dar la razón y dialogar no es lo mismo que hablar, no tiene nada que ver.
Hay muchas cosas que impiden un buen diálogo.
Hablar con alguien mientras impacientemente esperas a decir lo que estás pensando no es dialogar.Si la atención está solo en nuestros pensamientos no está en el otro.
Para dialogar hay que dejar espacio al otro, hay que callar y silenciar un poco nuestros pensamientos. Dialogar es escuchar e intercambiar opiniones, no compartir razonamientos o razones.
Falta silencio, falta paz.
La escucha del otro, la escucha del cuerpo, la escucha del corazón, todo ello está infravalorado en nuestra sociedad.
Hay una gran carencia de atención y esto provoca gran dispersión. Tenemos demasiado ruido e información en nuestras cabezas. Después se habla de ansiedad, de estrés, de TDAH.
¿Por qué no escuchamos?
IMPACIENCIA.
En esos casos nos puede lo que tenemos que hacer o decir. Vivimos en la sociedad de la urgencia, todo lo tenemos en el acto gracias al gran desarrollo de las comunicaciones.
INCAPACIDAD DE ATENCIÓN:
Tenemos el foco en otras cosas.
SOBERBIA:
Creemos que lo nuestro o nosotras somos más importante que el otro o lo del otro.
ANTIPATÍA:
Rechazo a la otra persona porque no está de acorde a nuestra ideología principio o simplemente porque no nos cae bien y no la toleramos.
ESTRÉS, FALTA DE SILENCIO:
Nuestras cabezas van saturadas de miles de ruidos, de pensamientos, estrés o ansiedad, demasiadas cosas en nuestras cabezas y no hay hueco para más.
¿Qué necesitamos?
Paciencia:
El tiempo es de ellos, es de todos. Sé que es difícil pero hay que intentar parar a veces.
EL TIEMPO TIENE EL VALOR QUE NOSOTROS LE DAMOS.
Atención:
La mente va donde se pone el foco. Si en ese momento es nuestro hijo prestemos atención, si estamos fregando prestemos atención, si tenemos delante a un paciente, a nuestro jefe o a cualquier persona, prestemos atención.
Humildad:
Valoremos lo del otro tanto como valoramos lo nuestro, nos enriquecemos los unos a los otros. Siempre hay algo por aprender aunque sea por descarte.
Empatía y tolerancia:
Este es un gran ejercicio a practicar, no es nada fácil, requiere voluntad de cambio y dejar a veces a un lado todo aquello de lo que nuestra personalidad, que no nuestro alma, se ha impregnado.
Paz y silencio:
Espacio y escucha.
Práctica:
Esta última es la más difícil. No servirá de nada tener todo esto en cuenta si después no lo llevamos a cabo. Teorizar y razonar no es lo mismo que practicar.
Darles tiempo a nuestros hijos o a cualquiera que tengamos enfrente para expresarse es fundamental.
No significa que tengamos que ir atendiendo a los otros sin atendernos a nosotras mismas, para ello hay que aprender a discernir lo importante y el dónde debemos poner el foco, nuestro corazón también requiere nuestra atención.
Nuestro tiempo como especie es también nuestro tiempo como sociedad. Lo que damos al otro lo recibimos tanto como aquello que nos aportamos a nosotras mismas.
Estamos en una sociedad donde exigimos perfección constantemente y juzgamos más de lo que nos auto-analizamos o nos responsabilizamos.
Cuidemos por favor lo que ven los niños y lo que nosotras mismos vemos, cuidemos lo que nos impregna.
Cuidemos los medios. Radio, Internet, televisión son herramientas llenas de ruido, de intolerancia, de imágenes duras, de gritos. Todo ello produce estrés, ansiedad y esto interfiere directamente en la Salud.
Ya os he hablado en otras ocasiones de las hormonas del estrés.
Hace unos días leí un artículo de la BBC (1) hablaba especialmente sobre los niños y el estrés tóxico. De niños, nuestras conexiones cerebrales son más débiles y la activación hormonas estresoras pueden debilitarlas aún más agravando nuestra Salud.
Sistema inmune deficitario, cáncer, obesidad, epoc, cardiopatía, depresión son algunas de las enfermedades con mayor recurrencia en adultos sometidos a niveles altos de estrés.
En mi consulta veo este tipo de casos, mis compañeras ven este tipo de casos, existen, son reales.
Los profesores, son imperfectos, las instituciones son imperfectas, las madres somos imperfectas pero todos somos sociedad y todos somos necesarios mientras haya alguien a quien educar.
Reconocer nuestras imperfecciones, las de los demás, nos humaniza y nos aúna como especie.
A veces encontraremos gente que no cumpla nuestros grandes criterios y expectativas pero otras pasará al contrario y todos merecemos respeto.
Hay que educar en valores que sirvan para adquirir juicio y coherencia para distinguir lo correcto de lo incorrecto, no prejuicios.
Si el caballo no confía en la figura del jinete que necesita de momento de guía al final irá desbocado y nunca sabrá cómo debe guiar su propio caballo. El día de mañana podrán ser mejores jinetes que nosotros.
Ninguna pirámide se construye desde el tejado. Sentemos bases fuertes.
Si algo no nos va bien, no personalicemos tanto, hagamos incluso un poco de autoanálisis primero y después elijamos lo que hacer con lo que tenemos.
Callemos o hablemos, hagámoslo sin ruido, con calma y con la base misma que pedimos y queremos para nosotros.
Respetemos lo que es en si la educación. Siempre debe primar “el alumno, el niño”. La imparta quien la imparta debe seguir siempre un camino y una vía común para el crecimiento de todo el conjunto de la humanidad.
Nuestra vida es una gran carrera.
Cuando llevamos una vida coherente y consciente nuestra manera de vivir cambia completamente.
Ya apenas hay oficios.
¿Recordáis las figuras de aprendiz, oficial y maestro?
Ahora todos creemos saber de todo, nos creemos muchas veces demasiado fuertes o demasiado poderosos por poder acceder rápidamente a cualquier conocimiento teórico.
La fe ciega no es buena, la duda por inercia tampoco.
La teoría solo crea aprendices, a veces ni siquiera eso si detrás no hay un maestro.
Nacemos aprendices de nuestra vida, intentemos recordar lo que somos para ir ganando poco a poco el grado de oficiales y aspiremos a morir maestros.
Puede que al morir no hayamos aprendido todas las lecciones que nos enseñaban pero estoy segura de que la mayoría nos las llevamos con nosotros y creo que esto, no lo material, es lo que todos deberíamos legar: educación, respeto, sentido común y responsabilidad.
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Gracias.
(1) https://www.bbc.com/mundo/noticias-42502872
#CreandoSaludnutriendoconciencia