En el último Post os hablé de la educación y del respeto.
Hoy quiero seguir hablando de valores, de uno muy en especial: la humanidad.
Existen a mi entender dos clases de valores: los materiales y los inmateriales.
Aquello que no vemos, no palpamos, no olemos, no degustamos o tocamos, pasa más desapercibido.
Nos pasamos la vida buscándolos pero no parecemos saber cómo hacer ésta búsqueda, de qué están hechos o qué son.
Alguna vez te habrá ocurrido que estabas buscando algo y no había manera de encontrarlo. Por ejemplo unas gafas, tratas de encontrarlas en el interior de una funda que antes usabas y se te pasan completamente desapercibidas en la nueva que ahora tienes.
A los 8 años nos enseñan lo que son los sustantivos concretos y los sustantivos abstractos, los concretos se ven, los abstractos no.
Con los valores pasa algo parecido. Los llamamos por nombres como si fuesen personas pero no tienen forma. Los llamamos Amor o Felicidad, pero no estoy segura de que podamos encontrarlos sin poder verlos, sobre todo si ni siquiera los hemos conocido o sentido.
Reconocer algo sin saber exactamente qué estás buscando es muy difícil.
Según la OMS: La depresión afecta mayoritariamente a las mujeres y es la principal causa de discapacidad en el mundo siendo más de 300 millones las personas que la sufren.
No quiero analizar una enfermedad de tal envergadura, pero sí quiero hablar de quienes la sufren: los seres humanos.
Tal como yo entiendo, una depresión te hunde en un sentimiento de incapacidad y vacío que te afecta más allá de lo racional.
La psique, el alma, aquello que nos anima, se escapa a la razón.
Vivimos una época en la que el materialismo antepone los deseos materiales a los inmateriales.
También vivimos una época de dependencias y adicciones.
Dependemos de cosas que no necesitamos incluso si son nocivas. El tabaco, el alcohol, relaciones o personas que nos son tóxicas son un buen ejemplo de esto.
Todo son cosas materiales, de estas dependencias y de cómo sentimos la adicción ante su ausencia, es fácil darse cuenta. Aún así, seguimos enganchados a los sustantivos concretos.
Cualquier tipo de abstinencia duele.
No creo que sea sólo la abstinencia a cosas materiales lo que duela. A mi manera de ver, sobre todo en ciertas depresiones en las que hay un desconocimiento de la causa, lo que nos provoca el vacío, el dolor, es una ausencia de valores inmateriales, de necesidades inmateriales y de sentimientos inmateriales. Estos no los cubren las pastillas, las comidas, el alcohol, el dinero u otras muchas cosas que buscamos. Este tipo de cosas o sabes cómo son, las vives y las sientes, o simplemente las buscas como a algo ausente.
Si un ciego no ha visto nunca lo que es el color azul, por mucho que le queramos explicar cómo es, no podremos.
Una depresión no se ve bajo un microscopio, sólo se siente.
La obesidad es otra enfermedad que ya se proclama como epidemia.
No existen vacunas ni para la depresión ni para ésta. Quizás sea porque no nos baste nada de fuera para curar algo tan de dentro.
En ocasiones, la obesidad va acompañada de una adicción a la comida. Ambas enfermedades pueden convivir en la misma persona o ser independientes.
Quizás se pueda vivir sin fumar, sin beber alcohol o sin ver a según quién, pero no se puede vivir sin comer y más cuando el objeto de tu adicción o de lo que crees tu mal está ahí como una necesidad básica.
El ser humano no tiene sólo necesidades básicas materiales. Existe un instinto, el que hace que uno viva y busque algo más allá que necesita ser cubierto.
Al igual que en potencia una semilla es un árbol, la inercia de un vacío es la de ser llenado.
No sólo somos adictos a comer más de lo que necesitamos, también a comer mal.
Hay mucha falta de conciencia de nuestros recursos, nuestras necesidades energéticas y corporales y más aún de nuestras necesidades anímicas o las de nuestra Alma.
No eres sólo lo que comes, también estás hecha de lo que haces y sientes. Todo te impregna te nutre y hace de ti lo que eres y toda tú buscas lo que de alguna manera persigues o no tienes.
¿Sabemos cómo somos como humanos?
Nos pasamos la vida fijándonos y criticando lo que hacen los demás.
Me da la sensación de que en general nos miramos muy poco, nos autoobservamos muy poco, podríamos respondernos a muchas de las preguntas que nos hacemos y acabar con muchas de las enfermedades o conflictos que desconocemos.
La funda de las gafas no es azul o verde, no es como te la describen, la funda de las gafas para cada uno es diferente.
¿Acaso sabes por qué comes?
¿Sabes que tu boca se seca cuando estás estresada?
¿Sabes que nuestra saliva contiene un potentísimo opiáceo llamado opiomorfina que no sólo se usa como analgésico para evitar el dolor de los alimentos más duros que podamos masticar sino que además produce placer al comer? Quizás sea eso lo que nos cree la dependencia, por unos minutos simplemente somos “felices”.
¿Sabes que comemos más, por placer o gula, que para cubrir nuestras necesidades puramente físicas y alimentarnos? Quizás sea eso lo que buscamos: felicidad.
¿Sabes que la masticación está relacionada con el área del hipocampo, de la memoria, con las funciones cognitivas y con el estrés?(1). Quizás, comiendo simplemente intentemos una y otra vez retener u obtener lo que ya hemos tenido: momentos de felicidad
¿Sabes que las personas convalecientes, sobre todo ancianos, empeoran súbitamente cuando dejan de masticar y se les pone una sonda gástrica? ¿Qué es lo que de repente ya no tienen o sienten?
Y sobre todo me pregunto:
¿Qué son las dependencias y las adicciones?
Si no lo puedes explicar de forma sencilla, es que no lo has entendido bien. Albert Einstein.
En lo sencillo a veces hallamos mejores respuestas.
Para mí, éstas son una búsqueda de una necesidad urgente por satisfacer vacíos internos. Sinceramente, pienso que nacemos para encontrar la felicidad pero la buscamos en fundas de gafas en las que no está metida.
¿Qué pasa con los sustantivos abstractos, los valores inmateriales como la felicidad?
Estos no se ven. Cuando los sentimos, los vivimos, los percibimos, son en sí mismo perfectos; duran un instante, son estados maravillosos que van y vienen y cuando están tan ocultos que ni los podemos percibir, su ausencia, duele.
Creo que ese es el peor vacío de todos, el vacío que deja el inconsciente de aquello que aún buscándolo sin saber cómo ni dónde encontrarlo instintivamente sabemos que tenemos, pero no lo encontramos.
Enfermamos no sólo por lo que tenemos o no tenemos, también enfermamos por lo que aún teniéndolo, no valoramos, vemos u observamos.
El amor, la bondad, la felicidad no se poseen, son inmateriales. Los buscamos a través de las cosas, pero no están ahí. Los otros, las cosas en general pueden satisfacernos, darnos placer, momentos, sensaciones, pero estas sensaciones, estos placeres no duran eternamente, no nos llenan.
Los valores inmateriales de los que hablo no están fuera, no los sentimos tocándolos, palpándolos o comiéndolos, nos nutren de otra manera, llenándonos por completo.
Una persona que jamás ha conocido la bondad, que no la ha vivido ni la ha sentido nunca, no tiene la conciencia de ella, ésta está latente pero dormida. Para poder sentirla dentro debemos ser capaces de percibirla. Es como el color azul y el ciego, ¿cómo puedo describírselo?, ¿cómo puede verlo?
Veo humanos pero no veo humanidad. El Principito.
Hay un valor para mi que refleja mucho los anhelos y deseos. Es un valor que nos une, nos hace de reflejo y nos hace de recuerdo. Ese valor no es el de una sola persona, este valor tiene un alma propia, es la misma alma que nos une y no nos puede diferenciar. la misma que la del amor o la de la felicidad. Este valor que tiene alma propia es el de la humanidad.
La autoconciencia de uno mismo nos lleva a la autoconciencia de lo que somos: seres humanos.
Una persona inconsciente de lo que es la bondad no la sabrá reconocer e incluso la detestará, pero la mayoría de las personas cuando la vemos en otros, la reconocemos, porque nos despierta nuestra conciencia de ella y nos recuerda la nuestra. Este proceso también ocurre a la inversa.
Dicen que no podemos ver lo que no podemos recordar.
La tele, los periódicos, los vecinos, todo son críticas a actos terribles, actos que llamamos inhumanos. Y para mí, estos actos son sencillamente un gran vacío de valores como el que ya tenemos pero a veces no usamos.
Llenaros de actos compasivos, de alegría, de fuerza, de amor, de resilencia, de compasión. Llenaros de Alma y observadla, observar a ésta en vez de a su ausencia y veréis cómo algo más en vuestro interior se llena.
A veces no es fácil, lo sé, sobre todo cuando todo parece nublado e incierto pero si dentro no la sientes, búscala en la sonrisa de un niño, en su energía, en los miles de actos compasivos y nobles que no hacen ruido y se dan en silencio, inúndate de éstos, también están en ti, bien dentro. Que te sirva la humanidad de ejemplo de inspiración, de búsqueda y de aliento porque es lo que te llena y no la ausencia de ella.
Respetemos, cuidemos, practiquemos y abracemos todo lo que incentiva a la Humanidad, sin ella hay vacío y este tipo de vacío también se llama enfermedad.
(1) Aguirre-Siancas, Elías Ernesto (2017).Bases neurocientíficas de la función masticatoria y su efecto sobre el estrés y las funciones cognitivas. Revista Chilena de neuro-psiquiatría, 55(1), 9-17.